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Dios es grande…

Y su obra también…

lunes, 30 de enero de 2012

DIOS ESTÁ EN EL ENFERMO, NO EN LA ENFERMEDAD

Una mujer tenía tres hijos.
Al mayor le interesaba la música, su madre le enseñaba a tocar guitarra, pero él sentía que el proceso de enseñanza-aprendizaje iba demasiado lento, así que tomó la guitarra sin que su madre se diera cuenta y en un momento dado quebró el instrumento.
El hijo segundo necesitaba un permiso especial para salir con su novia, en realidad la madre era comprensiva, pero él sentía, sobre todo por lo que veía en otras familias, que debía “ganarse” ése permiso, así que de pronto decidió hacer algo para obtener lo que deseaba.
El más pequeño era un chico obediente y amaba sobremanera a su progenitora, así que no le gustaba inquietarla. En una ocasión comenzó a tener fiebre, mucha fiebre.
El mayor comenzó a sufrir y no sabía qué hacer, así que decidió contar una mentira para que su madre no la castigara.
El segundo, hasta el cansancio, limpió toda la casa, aún aquello que no era necesario limpiar, así que cayó exhausto.
El tercero decidió no llamar a su madre a su trabajo para no inquietarla, pensó que era lo que tenía que aguantar y aceptar, llegó incluso a pensar que era algo que de alguna manera su madre querría.
Cuando la madre llegó a su hogar el mayor contó su mentira, el segundo mostró lo que hizo y el tercero no dijo nada.
Al primero le dijo: “hijo, algo hiciste, te veo nervioso, así que creo que estás mintiendo, pero no necesitas hacerlo, cualquier cosa que hayas hecho podemos solucionarlo”, al segundo le dijo: “te conozco muy bien, algo necesitas de mí y has hecho todo esto para ganártelo, de una vez te digo que te amo y eres libre, sólo tienes que avisarme y yo te creo y lo que quieras, si te es conveniente, te lo doy”, vio al tercero y se percató de su enfermedad, “¿porqué no me dijiste que estabas enfermo?”, preguntó la madre, “porque no quería inquietarte, además, está bien, acepto ésta enfermedad como parte de mi rol familiar y mi responsabilidad para estar bien”, “no seas tonto” dijo la madre y agregó “nada malo puede surgir de nuestro amor, así que si tienes algo no te lo doy yo para que lo aceptes, mío sólo recibes amor, no dolor ni enfermedad”
Quien ve en Dios a un Dios que se impone, que castiga o premia, que exige, que manda enfermedad o que “permite” que las cosas pasen, aún las malas, tal vez tiene una idea errónea de Él.
Si bien es cierto que Dios en determinados casos nos usa para fines específicos, no significa que seamos sus títeres, él nos quiere a nosotros, no a lo que representamos o tengamos o demos o recibamos, su amor es infinito.
Debemos recordar que Dios nos creó y nos amó desde el mismo momento de la creación, si no estamos a su lado es por nuestro propio afán, el hombre no fue propiamente castigado ni echado del paraíso, más bien sufre la consecuencia de la desobediencia en aquel paraíso, pero por lo que hicimos, no por Dios, a Dios le interesa que nos sinceremos como lo haríamos con un Padre, sin necesidad de demostrar nada, de ganar nada, sólo estrecharlo en nuestros brazos y decirle: TE AMO.
Él está en el enfermo, no en la enfermedad, en el necesitado, no en la necesidad, en nosotros no en lo que tenemos.

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