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Dios es grande…

Y su obra también…

jueves, 5 de abril de 2012

¿OFRENDAMOS A DIOS O LE DAMOS LIMOSNAS?

 Es común darle un peso mayor al testimonio de aquellas cosas que recibimos que aquellas cosas que damos. Recibir y dar es un par que en todas las relaciones en una justa medida y equilibradas causan una convivencia sana. ¿Ha escuchado el término "ganar-ganar"?, estoy seguro que sí, las relaciones donde uno pierde o los dos o varios, no son relaciones sanas y tienden al fracaso.
Igual pasa en nuestra relación con Dios. Estamos tan acostumbrados a pensar sólo en nosotros que olvidamos que la otra parte (Dios) merece la misma atención que le demandamos. Muchas veces no es una situación conciente o egoísta, la alegría de recibir es tanta que olvidamos dar gracias y retribuir (¿recuerdan aquellos leprosos que Jesús sanó y que sólo uno se molestó en agradecer?). Pues bien, así como siempre estamos dispuestos a recibir hay que estar dispuestos a dar, inclusive cuando damos recibimos, hay que recordar que "al dador alegre" Dios lo ama, así, si das, Dios te dá lo más grande: su amor.
Creemos que Dios es aquel ser que simplemente está para darnos y hacer milagros, como si fuera "el genio de la lámpara", pero éso no es todo, Dios vive para estar con nosotros, para transformar vidas.
La ofrenda es todo aquello que edifique la Iglesia de Dios y sirva para transmitir su palabra. Así, la ofrenda se traduce en bienes (incluido el dinero) y obras.
Difiero en pensar que sólo "un diezmo" constituye exclusivamente la ofrenda, pero pienso que si la Iglesia necesita nuestro dinero debemos darlo, en el porcentaje que creamos conveniente, sin rehuir a nuestra resónsabilidad y terminar dando "una limosna", así si su desición es dar el diez o el veinte o el 5, delo convencido y con alegría. Pero no sólo, como lo digo, el dinero es ofrenda: hablar de Dios a nuestros hijos y a toda la familia, ayudar al necesitado, ser parte activa de una misión que abata la pobreza, la miseria, las injusticias, cada pequeña obra, tiene, inclusive, su ofrenda propia, ¿qué tal si al usted pagar en el supermercado recibe mal su cambio y recibe más?, sea honesto, y demuéstre a Dios que es un digno hijo suyo y regrese lo que no le corresponde, ¿qué tal si es usted un patrón y sabe que puede pagar más a sus empleados?, ¡hágalo sin reparo!.
Como nos estamos dando cuenta, cuando damos dinero a la iglesia pero detrás de nosotros hay un cumulo de injusticias y maldades, su dinero se convierte en "abominación", no importa que dé el 100, el 50 o el diez de su sueldo, no vale.
Ahora, cada semana, en su oración no sólo dé testimonio de lo que recibe, dé testimonio de lo que dá, y si dá mucho tendrá lo más grande: el amor de Dios.

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